Ubicuidad instantánea
Ser ubicuo ya no es suficiente. De eso estoy seguro.
¿Te ha pasado alguna vez que te irrita cuando llamas a tu novia y no te contesta el teléfono?
¿O llamas a tu secretaria y no lo encuentras por ningún lado. “Cuándo más la necesitas”?
En la antigüedad los pueblos se comunicaban “por visita”. Es decir, se desplazaban de un lugar a otro –sin importar si se trataba de grandes distancias o no- para poder verse y se hablaban o entregaban piedras, pergaminos, escribían en el suelo, qué se yo.
El asunto es que para establecer comunicación debían desplazarse, verse y tocarse.
Era muy complicado esto de comunicarse, tenían que verse, no había otra forma. Se trataba de una cuestión presencial.
Luego se inventó un sistema. El mensajero. Un emisario que representaba a una persona, pueblo o tribu y entregaba mensajes, típicamente verbales.
Luego, con el desarrollo de la escritura y posteriormente de la imprenta, los mensajes se entregaban por escrito.
Con el tiempo más y más personas necesitaron enviarse mensajes para comunicarse.
Se inventó un nuevo sistema. El correo. Que ponía en movimiento no a las personas, si no a los mensajes: Bultos, cartas, etc., pero en una escala muchísimo mayor.
Muchas personas podían enviar mensajes a otros, basados en una compleja cadena de eventos cruzados, de ida y de vuelta, un mensaje y su respuesta.
Otro gran avance fue el teléfono, a pesar de su costo, que aún por estos días complica a muchos.
Con el advenimiento de las tecnologías de la información, el mundo se hizo “pequeño”. Se logró cruzar virtualmente océanos y continentes, con sólo pinchar un botón con el mouse de la computadora.
El correo “tradicional” o geográfico con origen hace algunos siglos, dio así paso a una compleja red de correo electrónico, que permitía enviar mensajes a lejanos parientes y amigos, que se encontraban en diferentes lugares del mundo, sucursales de una compañía o campus de una universidad.
Este sistema fue muy bien recibido por el público usuario debido a sus múltiples ventajas, como su bajísimo costo (a diferencia de la telefonía tradicional), su facilidad de uso y su velocidad.
Nada hacía presagiar que su tímida aparición se convertiría luego en una masificación de proporciones, con crecimientos exponenciales que nadie hubiera podido prever.
En pocos años, toda persona del mundo civilizado tenía no una, si no varias cuentas de correo electrónico, en servidores desde la Gran Bretaña, a los Estados Unidos.
Los más grandes fabricantes de software del mundo (principalmente los que hacían sistemas operativos para redes de computadoras), comenzaron a acuñar el concepto de “Ubicuidad”, que no es otra cosa que estar “siempre presente”. Tener la capacidad de ser “siempre encontrado”, donde quiera que uno se encuentre.
Pero los ciudadanos de la “aldea global” queremos más.
Ya no es suficiente ser ubicables en cualquier parte del planeta.
Se puede ser “Ubicuo” pero “Asincrónico”. Es decir, estar ubicable en cualquier lugar, pero no en cualquier momento.
Ahora debemos ser “instantáneos”.
Ese es el nuevo concepto, ser instantáneos, estar siempre ubicable, pero ahora sí, en cualquier momento y lugar.
Se me ocurren una buena cantidad de buenas y entretenidas aplicaciones de esta “característica”, pero esto podría generar una tremenda fractura en nuestra vida privada, en un futuro no muy lejano. El “Tele trabajo”, podría convertirse en “Siempre trabajo”.
Eso por un lado, pero no puedo dejar de pensar que si con menos tecnología, en tiempos de la guerra fría, sufrimos persecución socio-política-militar, en los siguientes años podemos asistir a un régimen de control total.
Nada apocalíptico, pero un tema que revisar.
¿Te ha pasado alguna vez que te irrita cuando llamas a tu novia y no te contesta el teléfono?
¿O llamas a tu secretaria y no lo encuentras por ningún lado. “Cuándo más la necesitas”?
En la antigüedad los pueblos se comunicaban “por visita”. Es decir, se desplazaban de un lugar a otro –sin importar si se trataba de grandes distancias o no- para poder verse y se hablaban o entregaban piedras, pergaminos, escribían en el suelo, qué se yo.
El asunto es que para establecer comunicación debían desplazarse, verse y tocarse.
Era muy complicado esto de comunicarse, tenían que verse, no había otra forma. Se trataba de una cuestión presencial.
Luego se inventó un sistema. El mensajero. Un emisario que representaba a una persona, pueblo o tribu y entregaba mensajes, típicamente verbales.
Luego, con el desarrollo de la escritura y posteriormente de la imprenta, los mensajes se entregaban por escrito.
Con el tiempo más y más personas necesitaron enviarse mensajes para comunicarse.
Se inventó un nuevo sistema. El correo. Que ponía en movimiento no a las personas, si no a los mensajes: Bultos, cartas, etc., pero en una escala muchísimo mayor.
Muchas personas podían enviar mensajes a otros, basados en una compleja cadena de eventos cruzados, de ida y de vuelta, un mensaje y su respuesta.
Otro gran avance fue el teléfono, a pesar de su costo, que aún por estos días complica a muchos.
Con el advenimiento de las tecnologías de la información, el mundo se hizo “pequeño”. Se logró cruzar virtualmente océanos y continentes, con sólo pinchar un botón con el mouse de la computadora.
El correo “tradicional” o geográfico con origen hace algunos siglos, dio así paso a una compleja red de correo electrónico, que permitía enviar mensajes a lejanos parientes y amigos, que se encontraban en diferentes lugares del mundo, sucursales de una compañía o campus de una universidad.
Este sistema fue muy bien recibido por el público usuario debido a sus múltiples ventajas, como su bajísimo costo (a diferencia de la telefonía tradicional), su facilidad de uso y su velocidad.
Nada hacía presagiar que su tímida aparición se convertiría luego en una masificación de proporciones, con crecimientos exponenciales que nadie hubiera podido prever.
En pocos años, toda persona del mundo civilizado tenía no una, si no varias cuentas de correo electrónico, en servidores desde la Gran Bretaña, a los Estados Unidos.
Los más grandes fabricantes de software del mundo (principalmente los que hacían sistemas operativos para redes de computadoras), comenzaron a acuñar el concepto de “Ubicuidad”, que no es otra cosa que estar “siempre presente”. Tener la capacidad de ser “siempre encontrado”, donde quiera que uno se encuentre.
Pero los ciudadanos de la “aldea global” queremos más.
Ya no es suficiente ser ubicables en cualquier parte del planeta.
Se puede ser “Ubicuo” pero “Asincrónico”. Es decir, estar ubicable en cualquier lugar, pero no en cualquier momento.
Ahora debemos ser “instantáneos”.
Ese es el nuevo concepto, ser instantáneos, estar siempre ubicable, pero ahora sí, en cualquier momento y lugar.
Se me ocurren una buena cantidad de buenas y entretenidas aplicaciones de esta “característica”, pero esto podría generar una tremenda fractura en nuestra vida privada, en un futuro no muy lejano. El “Tele trabajo”, podría convertirse en “Siempre trabajo”.
Eso por un lado, pero no puedo dejar de pensar que si con menos tecnología, en tiempos de la guerra fría, sufrimos persecución socio-política-militar, en los siguientes años podemos asistir a un régimen de control total.
Nada apocalíptico, pero un tema que revisar.
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