Lo que un buen profesional debe tener
Muchas veces asistimos a una conferencia, vemos a un abogado en tribunal, observamos el trabajo de un sastre, escuchamos al profesor, vemos un piloto de carreras, un ciclista de clase mundial y pensamos en su pericia, en su desempeño, en su calidad, en su altura, su pasión y entrega; en definitiva; su “profesionalismo”. Pero ¿qué es lo que convierte a alguien en un profesional? Lo más común es evaluar a un profesional por sus antecedentes laborales históricos o por su curriculum y desempeño académico, instituciones en las que se ha formado, proyectos en los que ha participado, recomendaciones, etc., pero lo cierto es que la elección –al menos para ciertos cargos- debe basarse en una gama mucho más amplia de aspectos.
Un “buen profesional” debe poseer tres tipos de habilidades bien marcadas: Técnica; Social y Política.
La Habilidad Técnica, es la que necesita para ser un profesional “especializado” (ver “especialización y formalidad”), es decir, debe manejar bien alguna área de conocimiento específico, que le permita comprender y manejar con destreza tareas que lo destaquen sobre la media en un ámbito particular.
La Habilidad Social, es aquella que le permite desarrollar, desenvolverse y fomentar una red de contactos, que le faciliten desde la conformación de equipos de trabajo (por la vía de contactar, contratar y apoyarse en las personas adecuadas y/o de su confianza); hasta la subcontratación de servicios de apoyo a su gestión. Pasando por la postulación a cargos de importancia o que se vean en su línea de desarrollo personal.
La Habilidad Política, que delinea su destreza para manejar situaciones complejas (y en lo posible salir airoso), controlar con desplante al personal a su cargo, proveedores, etc. Esta habilidad le permite negociar con éxito. Le da seguridad en el manejo con otras personas, gerentes, clientes, usuarios, etc. Es la que le da lo que podríamos llamar “la actitud”.
Es la que le da la cuota de seguridad en sí mismo. La que le permite tomar decisiones importantes, en momentos difíciles. Equivocarse y no perder autoridad (ni autoestima).
Lo ideal es que un profesional posea estas tres habilidades, lo más marcadas y desarrolladas posible, tanto en forma individual, como ponderada.
Indudablemente el balance es la perfección, pero observar estas tres características en un profesional es menos común de lo que quisiéramos. A algunos les falta personalidad, manejo (política), a otros la red de contactos (social), etc.
La tarea aquí es aceptar esto como verdad válida, conocerse, comprenderse, quererse y aceptarse. Trabajar en el cambio pertinente y desarrollar las habilidades que se consideren menores o “distróficas”.
Con frecuencia vemos un técnico excepcional; pero en ostracismo permanente; huraño; un solitario. Nadie lo quiere y nadie quiere necesitarlo. O un habilidoso de las relaciones, pero déspota. O un experto en redes sociales, pero que no sabe hacer nada. Más vale poseer tres habilidades “pequeñas” pero balanceadas, que una hiper desarrollada y otras dos no desarrolladas o imperceptibles.
Un “buen profesional” debe poseer tres tipos de habilidades bien marcadas: Técnica; Social y Política.
La Habilidad Técnica, es la que necesita para ser un profesional “especializado” (ver “especialización y formalidad”), es decir, debe manejar bien alguna área de conocimiento específico, que le permita comprender y manejar con destreza tareas que lo destaquen sobre la media en un ámbito particular.
La Habilidad Social, es aquella que le permite desarrollar, desenvolverse y fomentar una red de contactos, que le faciliten desde la conformación de equipos de trabajo (por la vía de contactar, contratar y apoyarse en las personas adecuadas y/o de su confianza); hasta la subcontratación de servicios de apoyo a su gestión. Pasando por la postulación a cargos de importancia o que se vean en su línea de desarrollo personal.
La Habilidad Política, que delinea su destreza para manejar situaciones complejas (y en lo posible salir airoso), controlar con desplante al personal a su cargo, proveedores, etc. Esta habilidad le permite negociar con éxito. Le da seguridad en el manejo con otras personas, gerentes, clientes, usuarios, etc. Es la que le da lo que podríamos llamar “la actitud”.
Es la que le da la cuota de seguridad en sí mismo. La que le permite tomar decisiones importantes, en momentos difíciles. Equivocarse y no perder autoridad (ni autoestima).
Lo ideal es que un profesional posea estas tres habilidades, lo más marcadas y desarrolladas posible, tanto en forma individual, como ponderada.
Indudablemente el balance es la perfección, pero observar estas tres características en un profesional es menos común de lo que quisiéramos. A algunos les falta personalidad, manejo (política), a otros la red de contactos (social), etc.
La tarea aquí es aceptar esto como verdad válida, conocerse, comprenderse, quererse y aceptarse. Trabajar en el cambio pertinente y desarrollar las habilidades que se consideren menores o “distróficas”.
Con frecuencia vemos un técnico excepcional; pero en ostracismo permanente; huraño; un solitario. Nadie lo quiere y nadie quiere necesitarlo. O un habilidoso de las relaciones, pero déspota. O un experto en redes sociales, pero que no sabe hacer nada. Más vale poseer tres habilidades “pequeñas” pero balanceadas, que una hiper desarrollada y otras dos no desarrolladas o imperceptibles.