Thursday, April 26, 2007

Ética y felicidad, el cara y sello del liderazgo



La libertad, la sabiduría, la creatividad, y la innovación son todas capacidades que se desarrollan en la empresa, lo que remarca la necesidad de que los directivos sean personas con criterio.

Al oír Bayer, la mayoría pensamos en la aspirina. Pero cuando Werner Wenning se hizo cargo de la presidencia de la compañía, Bayer dejó de ser percibida como una fábrica de químicos y se trasformó en un holding que hoy posee 110.000 empleados con ventas de 30.000 millones de euros. El cambio significó no sólo desechar una antigua estructura organizativa, sino además abandonar las raíces de la compañía, preparar a Bayer para el futuro y, a la vez, transmitir a los empleados una visión de largo plazo.


De estas acciones -comunes a muchas compañías que han enfrentado cambios sustantivos- quizás la fórmula más delicada de manejar es el factor humano. Según Werner Wenning, la habilidad de ponerse en el lugar de otros y de unir para conseguir un objetivo común son algunas de las claves del éxito en el liderazgo.


Es por esto que muchos directivos hoy están planteando que la esencia de la función directiva es dirigir a las personas y su trabajo, enfrentarse diariamente con los cambios y encontrar el equilibrio entre la renovación constante y la estabilidad necesaria. Esto significa que los hechos ya no son los que garantizan el éxito de las estrategias, sino que lo que determina el buen término de una decisión es el manejo de personas.


La libertad, la sabiduría, la creatividad, y la innovación son todas capacidades que se desarrollan en forma muy particular en la empresa, lo que remarca la necesidad de que los directivos sean personas con criterio, de modo que puedan dar soluciones a los problemas sin perder de vista el fin de la compañía y de quien trabaja en ella. Así, junto a la importancia de la libertad de iniciativa y al reconocimiento del valor del mercado, es preciso proclamar también la centralidad de la ética para la vida del hombre y el funcionamiento de la sociedad.


Esta ética empresarial pasa no sólo por la opción conciente de los líderes por no transgredir valores corporativos y personales, sino por procurar en forma explícita el bienestar y la felicidad de sus empleados. Esto necesariamente nos lleva a reivindicar virtudes tan básicas como la prudencia, y a formular una teoría del liderazgo que incida en el grado de calidad ética de los directivos y con la “FELICIDAD” -con mayúscula- de sus miembros.


Para todos es común el término de los «activos intangibles» en referencia a aspectos como la cultura corporativa, el conocimiento o la experiencia acumulada, la red de distribución y los clientes. Para todos es sabido además, que estos factores inciden directamente en la productividad de la empresa. Y es además deber del líder, procurar el bienestar de sus subalternos para que los colaboradores lleguen a identificarse con la empresa con el fin de generar ese valor que la haga mejor que las demás.


Todos los directivos saben que el día a día de su compañía está marcado por la rutina, por las costumbres y hábitos a la hora de hacer lo que suele hacerse, asentadas en prácticas heredadas y, muchas veces incuestionadas. Aún así, el líder debe tener la capacidad de transformar la rutina en un desafío. Los líderes no son sólo gestionadores y creadores de estrategias; deben ser mucho más: deben ser creadores de expectativas y desafíos en cada uno de sus colaboradores con miras no sólo a generar una buena rentabilidad en términos cuantitativos, sino una excelente rentabilidad en calidad humana.


** Escrito por Julio Jaraquemada, para Diario Financiero, 26 de abril, 2007