Disculpa, ¿cuánto ganas?
Es probable que Ud. sepa muy bien lo que almuerza todos los días la persona que se sienta a su lado en el trabajo, qué tan a menudo llama a su esposa, cuánto gasta en juegos de azar, cuánto apuesta a los caballos los fines de semana, el periódico que lee, incluso cuánto vale su auto o su casa.
Pero, ¿cuánto gana?, ah no, eso está vedado. Absolutamente fuera de los límites permitidos. Eso debe formar parte del mito urbano.
No hay nada más secreto, ni un tema que alimente más los chismes de oficina, que la remuneración de cada cual.
Sí, es un tema que despierta curiosidad. Pero, ¿saben realmente los empleados cuánto gana la persona del cubículo del lado?
En rigor la respuesta es no. Al menos nunca puede uno estar seguro.
Fuera de la orientación sexual, la información salarial es probablemente el tema más confidencial en el lugar de trabajo.
La gente es recelosa de revelar las propias compensaciones a sus colegas, ya sea por la mortificación de quedar expuesto (por lo mal pagado), o por la incomodidad de ganar más que otros (sin que necesariamente estemos evaluando aquí la productividad de cada uno).
No por nada algunas compañías, como política explícita, formal y oficial, “sugieren” a sus empleados no discutir el tamaño de sus cheques.
Pero esta regla -que podría ser ilegal o no- es un poco absurda.
Los ejecutivos se esmeran para evitar un tema que despierta suspicacias, resquemores y a veces controversia, pero en toda oficina existe alguien (o más de alguien) con extraordinaria habilidad para averiguar o descubrir lo que ganan los demás.
Y a pesar que todo esto podría considerarse un acto discriminatorio, muchos empleados -si no todos- toleran tácitamente las disparidades en sus salarios, al evadir completamente este tema. En beneficio de mantener las relaciones sociales, ya que éstas son una gran fuente de satisfacción para las personas en el trabajo –al menos según estudiosos del Comportamiento Organizacional de importantes universidades de todo el orbe-
En años recientes, distintas instituciones y publicaciones han intentado dilucidar un poco el oscuro mundo de la información salarial, buscando ayudar a los usuarios a “inferir” su sueldo promedio en la industria, según la actividad de cada uno.
No obstante, la forma más común entre la gente para descubrir si están sobre o sub pagados, es la casualidad. Lo que requiere un poco de suerte, un profundo conocimiento del panorama político de la oficina, estirar el cuello sobre las paredes de los cubículos, o mirar de reojo el computador del vecino los días de pago.
Para las empresas, el desafío es establecer políticas claras de remuneraciones. Serias, con criterios conocidos, con escalas niveladas, que no reflejen grandes diferencias de renta para cargos u ocupaciones similares. Aun para aquellos empleados recién ingresados (que típicamente ganan menos que el resto, sólo “por omisión”).
Todo esto para no generar angustia en los empleados. Para dejar que estos se preocupen sólo de generar valor y aportar talento.
Pero, ¿cuánto gana?, ah no, eso está vedado. Absolutamente fuera de los límites permitidos. Eso debe formar parte del mito urbano.
No hay nada más secreto, ni un tema que alimente más los chismes de oficina, que la remuneración de cada cual.
Sí, es un tema que despierta curiosidad. Pero, ¿saben realmente los empleados cuánto gana la persona del cubículo del lado?
En rigor la respuesta es no. Al menos nunca puede uno estar seguro.
Fuera de la orientación sexual, la información salarial es probablemente el tema más confidencial en el lugar de trabajo.
La gente es recelosa de revelar las propias compensaciones a sus colegas, ya sea por la mortificación de quedar expuesto (por lo mal pagado), o por la incomodidad de ganar más que otros (sin que necesariamente estemos evaluando aquí la productividad de cada uno).
No por nada algunas compañías, como política explícita, formal y oficial, “sugieren” a sus empleados no discutir el tamaño de sus cheques.
Pero esta regla -que podría ser ilegal o no- es un poco absurda.
Los ejecutivos se esmeran para evitar un tema que despierta suspicacias, resquemores y a veces controversia, pero en toda oficina existe alguien (o más de alguien) con extraordinaria habilidad para averiguar o descubrir lo que ganan los demás.
Y a pesar que todo esto podría considerarse un acto discriminatorio, muchos empleados -si no todos- toleran tácitamente las disparidades en sus salarios, al evadir completamente este tema. En beneficio de mantener las relaciones sociales, ya que éstas son una gran fuente de satisfacción para las personas en el trabajo –al menos según estudiosos del Comportamiento Organizacional de importantes universidades de todo el orbe-
En años recientes, distintas instituciones y publicaciones han intentado dilucidar un poco el oscuro mundo de la información salarial, buscando ayudar a los usuarios a “inferir” su sueldo promedio en la industria, según la actividad de cada uno.
No obstante, la forma más común entre la gente para descubrir si están sobre o sub pagados, es la casualidad. Lo que requiere un poco de suerte, un profundo conocimiento del panorama político de la oficina, estirar el cuello sobre las paredes de los cubículos, o mirar de reojo el computador del vecino los días de pago.
Para las empresas, el desafío es establecer políticas claras de remuneraciones. Serias, con criterios conocidos, con escalas niveladas, que no reflejen grandes diferencias de renta para cargos u ocupaciones similares. Aun para aquellos empleados recién ingresados (que típicamente ganan menos que el resto, sólo “por omisión”).
Todo esto para no generar angustia en los empleados. Para dejar que estos se preocupen sólo de generar valor y aportar talento.