Wednesday, May 31, 2006

Ubicuidad instantánea

Ser ubicuo ya no es suficiente. De eso estoy seguro.

¿Te ha pasado alguna vez que te irrita cuando llamas a tu novia y no te contesta el teléfono?

¿O llamas a tu secretaria y no lo encuentras por ningún lado. “Cuándo más la necesitas”?

En la antigüedad los pueblos se comunicaban “por visita”. Es decir, se desplazaban de un lugar a otro –sin importar si se trataba de grandes distancias o no- para poder verse y se hablaban o entregaban piedras, pergaminos, escribían en el suelo, qué se yo.
El asunto es que para establecer comunicación debían desplazarse, verse y tocarse.
Era muy complicado esto de comunicarse, tenían que verse, no había otra forma. Se trataba de una cuestión presencial.

Luego se inventó un sistema. El mensajero. Un emisario que representaba a una persona, pueblo o tribu y entregaba mensajes, típicamente verbales.

Luego, con el desarrollo de la escritura y posteriormente de la imprenta, los mensajes se entregaban por escrito.

Con el tiempo más y más personas necesitaron enviarse mensajes para comunicarse.
Se inventó un nuevo sistema. El correo. Que ponía en movimiento no a las personas, si no a los mensajes: Bultos, cartas, etc., pero en una escala muchísimo mayor.
Muchas personas podían enviar mensajes a otros, basados en una compleja cadena de eventos cruzados, de ida y de vuelta, un mensaje y su respuesta.

Otro gran avance fue el teléfono, a pesar de su costo, que aún por estos días complica a muchos.

Con el advenimiento de las tecnologías de la información, el mundo se hizo “pequeño”. Se logró cruzar virtualmente océanos y continentes, con sólo pinchar un botón con el mouse de la computadora.

El correo “tradicional” o geográfico con origen hace algunos siglos, dio así paso a una compleja red de correo electrónico, que permitía enviar mensajes a lejanos parientes y amigos, que se encontraban en diferentes lugares del mundo, sucursales de una compañía o campus de una universidad.

Este sistema fue muy bien recibido por el público usuario debido a sus múltiples ventajas, como su bajísimo costo (a diferencia de la telefonía tradicional), su facilidad de uso y su velocidad.

Nada hacía presagiar que su tímida aparición se convertiría luego en una masificación de proporciones, con crecimientos exponenciales que nadie hubiera podido prever.
En pocos años, toda persona del mundo civilizado tenía no una, si no varias cuentas de correo electrónico, en servidores desde la Gran Bretaña, a los Estados Unidos.

Los más grandes fabricantes de software del mundo (principalmente los que hacían sistemas operativos para redes de computadoras), comenzaron a acuñar el concepto de “Ubicuidad”, que no es otra cosa que estar “siempre presente”. Tener la capacidad de ser “siempre encontrado”, donde quiera que uno se encuentre.

Pero los ciudadanos de la “aldea global” queremos más.
Ya no es suficiente ser ubicables en cualquier parte del planeta.
Se puede ser “Ubicuo” pero “Asincrónico”. Es decir, estar ubicable en cualquier lugar, pero no en cualquier momento.

Ahora debemos ser “instantáneos”.
Ese es el nuevo concepto, ser instantáneos, estar siempre ubicable, pero ahora sí, en cualquier momento y lugar.

Se me ocurren una buena cantidad de buenas y entretenidas aplicaciones de esta “característica”, pero esto podría generar una tremenda fractura en nuestra vida privada, en un futuro no muy lejano. El “Tele trabajo”, podría convertirse en “Siempre trabajo”.

Eso por un lado, pero no puedo dejar de pensar que si con menos tecnología, en tiempos de la guerra fría, sufrimos persecución socio-política-militar, en los siguientes años podemos asistir a un régimen de control total.

Nada apocalíptico, pero un tema que revisar.

Tuesday, May 30, 2006

Formalidad y Especialización

El mercado Chileno (y me atrevería a decir que también el latinoamericano), se caracteriza por su pobre especialización y escasa formalidad, tal vez por su tamaño, tal vez por que nadie repara en ello, quién sabe.

En las tareas de ingeniería por ejemplo –no en todas las áreas, evidentemente, pero al menos en las áreas más “jóvenes” del conocimiento; como la Informática; la administración (académicamente formal) y el diseño; por citar algunas.

Famosos son en Chile los “Maestros chasquilla” y eso no es para nada casual. Este personaje; verdadera institución nacional; es parte de nuestro folklore, de nuestro “paisaje laboral”.

Se trata de un personaje que no se especializa particularmente en nada, pero es capaz de realizar las tareas más disímiles, con gran prestancia. No le teme a casi ninguna cosa y nada es lo suficientemente complejo como para no llevarlo a cabo.

Es un personaje, no sólo conocido y aceptado, si no que en ocasiones preferido y buscado, en vez de profesionales de las distintas áreas de servicio.

Pero, no tan lejos de esta realidad, se encuentran los “Maestros chasquilla universitarios”. Personajes que vivieron largas jornadas en las aulas y muchos años, adquiriendo conocimiento formal, para luego –ya en el mercado laboral- convertirse en “marginales” del conocimiento.

Maestros chasquilla, con ninguna especialidad, pero con gran experiencia “en todo” (o al menos así se publicitan).

Hacen de todo, pero nada lo hacen bien, o al menos nada lo terminan como corresponde. Perseguidos por sus clientes –que suelen serlo sólo por una temporada; hasta que se dan cuenta; se enfadan; cortan su relación y saltan al siguiente Chasquilla-.

Los desarrolladores de software, por ejemplo, se lanzan casi siempre a una loca carrera de escribir código, aún cuando suele no conocerse a fondo –de hecho, a veces, ni siquiera superficialmente- el problema que se desea atacar o resolver con el programa o producto final.

Abogados; albañiles; ingenieros; médicos, que desarrollan sus actividades en la más impune informalidad… y lo que es peor: Clientes que no sólo no conocen sus derechos como consumidores, si no que además son incapaces de reconocer la calidad y mucho menos pagar por ella.

Para que hablar de documentación de proyectos o actividades, si ni siquiera se hace planificación, estudio de costos, etc.

Conocidos son los casos de casas abandonadas a medio construir por que los propietarios se aburrieron de darle dinero al “maestro” que la estaba levantando. O el dueño de la oficina de

Contabilidad que ahora es dueño de “medio” software por que el programador abandonó el proyecto y literalmente desapareció. El cambio de lavaplatos que costó tres veces lo presupuestado por que nadie se detuvo a calcular correctamente los valores de materiales. Etc.

Todos estos problemas encuentran solución si damos y exigimos “Formalidad y Especialización”.
Esto tiene un precio, en ambos sentidos (con el trabajo que hacemos y con el que contratamos), pero créanme que es satisfactorio pagarlo… también en ambos sentidos.

Wednesday, May 10, 2006

Tecnología de ficción


El fin de semana, decidí ver unas películas en casa.

En la primera, una supercomputadora, no sólo manejaba en forma autónoma toda la tremenda nave espacial de la saga, si no que además se comunicaba en lenguaje natural (el que usamos los humamos) con los tripulantes. Opinaba, decidía, enseñaba y hasta aconsejaba.

Fantástico... aunque ya no tan increíble, de tanto ver estas películas. De algún modo todos sabemos que para allá vamos o ya estamos allí, en algunos aspectos, por eso ya no nos impresionamos.

…Claro que después la computadora se volvió loca y luego de jugar un poco, humillar y hacer sufrir a los tripulantes, terminaron todos muertos (¿o tal vez sólo cobro conciencia del significado de “poder”?). Pero bueno, ese no es el punto que quiero tocar ahora.

En la otra película un par de asesinos a sueldo no sólo eran maestros en toda clase o mezcla posible de artes marciales, lucha y puños, si no también en el manejo de todo tipo y tamaño de armas. Expertos en logística, con grandes redes de contacto y financiamiento ilimitado (quién sabe de qué origen, pero eso que importa).

Para que hablar de sus destrezas tecnológicas: Redes, video, telecomunicaciones, hardware, software, conectividad… ¡uff!
Se introducen con sigilo en cualquier parte, ya sea lugar físico o redes de empresas; privadas o de gobiernos; con un par de teclazos ya están viendo los planos del edificio al que necesitan infiltrarse, en el mejor formato posible. Obviamente no en papel… en 3D y se pueden desplazar por el interior y todo…ya quisieran los administradores de edificios, arquitectos y constructores poder hacer eso y tal facilidad.

Disfrazados con unos bigotes más falsos que Judas (aunque ahora resulta que tal vez Judas no era tan falso…,pero bueno eso es otra historia), se introducen en edificios súper asegurados e hiper tecnificados y como quien entra a la cocina de su casa, “pinchan” un dispositivo en “cualquier” cable (convengamos que es cualquiera, si no esto sería la perfección) y luego desde la comodidad de su guarida, con un café en la mano, ven todo el sistema de seguridad, que sin temor a equivocarme, ni los propios “internos” son capaces de monitorear…

Encima, una facha que no deja de provocarme cierta envidia…es el colmo…

En los casi 17 años de experiencia que he desarrollado en el ámbito de las tecnologías, en particular en Tecnologías de la Información, nunca he visto que las cosas se hagan con la facilidad y velocidad con aparece en las películas, ni que tanto conocimiento se concentre en una o pocas personas, como allí se ve.

Por el contrario, cada vez parece necesitarse un mayor nivel de especialización, para abordar los cada vez más complejos proyectos tecnológicos y el trabajo en equipo resulta fundamental. Impensable trabajar solo.

Increíblemente, en la “Era de la Información”, cuando ya casi todo es electrónico, que se supone que, al menos en el mundo occidental, todos conocemos “algo” de tecnología: usar el microondas, el teléfono digital, la radio llena de botones y perillas, el control remoto (distinto para cada aparato de entretenimiento), la consola de juegos, la PC de la oficina, etc., aún sigamos encontrando gente que cree que le puede preguntar a su computadora casi cualquier cosa y en cualquier formato (ojalá lenguaje natural), que sólo falta que la computadora hable, que la red es infalible, que la velocidad y recursos físicos de las máquinas son infinitos…


Sorprende lo que la televisión y el cine son capaces de hacer sobre el imaginario colectivo. Hacer creer a la gente que la tecnología per se, resuelve cualquier problema, sin trabas, sin dolor.

Lo peor de todo, es que estos personajes son más cercanos de lo uno quisiera. De hecho se pueden encontrar sin dificultad en el escritorio de al lado. Desde secretarias; hasta gerentes, que creen que con apretar un botón la tecnología evacuará un documento bien formateado, la distribución de costos o la política comercial de los siguientes dos años.





El problema de todo esto es que no es así como funciona la cosa, la realidad es otra, lo cierto es que a pesar que la tecnología sí resuelve problemas, generalmente complejos, por sí sola no siempre aporta valor o al menos no demasiado. El valor debemos dárselo nosotros. No podemos pretender que una computadora (al menos no por ahora), resuelva un problema matemático o administrativo, si no lo hemos resuelto nosotros en papel primero. No queramos que la computadora diseñe o escriba el código de un sistema de información o “se le ocurra” cómo resolver un problema. Nosotros debemos decirle cómo.

Por otro lado, si miramos la integración de tecnologías desde la perspectiva de negocios, debemos comprender y aceptar que ésta, cualquiera sea su ámbito de aplicación, tiene costos asociados, que no siempre son fáciles de ver.

El más obvio, es el de adquisición, pero los hay de integración; de mantenimiento; los costos de tener personal capacitado, cada vez más especializado; de actualización; de licenciamiento o de derechos de uso, en el caso de tecnologías patentadas; etc.

Creo firmemente que la tecnología puede hacer mucho más fácil la vida y el trabajo de todos nosotros, Es más fácil ser Julio Verne ahora. Pero cuidado, la agregación de valor no es automática o gratis, ni viene garantizada. No magnifiquemos las capacidades de las tecnologías que utilizamos, mirémosla con ojo crítico y en su justa dimensión.